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Explotación sexual y trata de personas: un “viaje” que nunca llega a su destino

Por Belén Zurita

Hoy, 23 de septiembre de 2021, es el Día Internacional contra la Explotación Sexual y la Trata de Personas. Este día lleva reconocido desde 1999 cuando fue promulgado por la Conferencia Mundial de la coalición contra el tráfico de personas en coordinación con la Conferencia de Mujeres que se llevó a cabo en Dhaka, Bangladés. Aunque ya han transcurrido más de 20 años, la trata de personas sigue siendo un fenómeno delictivo que afecta a miles de mujeres, hombres, niñas y niños cada año.

La trata, definida en el Protocolo de Palermo del año 2000, se refiere a la captación, transporte, traslado o recepción de una persona, lo cual implica una afección a todos los países. Además, se caracteriza por el uso de la violencia, la intimidación o el engaño como medios, el pago o recibimiento de dinero como beneficio y el aprovechamiento de una situación de vulnerabilidad. La finalidad de la trata se puede manifestar de diferentes formas, ya que puede tratarse de una explotación laboral, trabajos forzados, esclavitud o extracción de órganos, pero sin duda alguna, la más recurrente es la explotación sexual.

Así pues, la realidad cuenta la historia de miles de mujeres, niñas y niños, principalmente, que emprenden un “viaje” cargado de traumas y sufrimientos para llegar a un país, en el que lejos de alcanzar la libertad, se ven sometidas a la explotación sexual. Muchas veces, el “viaje” que caracteriza el fenómeno de la trata, se ve impulsado por los propios familiares de las víctimas, sin que estos sean realmente conscientes de lo que supone y se entiende como un trayecto corto, en el que a pesar del sufrimiento se llega al lugar de destino. Sin embargo, esta concepción queda lejos de la realidad, ya que se trata de trayectos que duran años, en el que las víctimas pasan por diferentes países, en el caso de las mujeres y niñas sufren violaciones, son obligadas a prostituirse e incluso muchas de ellas son asesinadas por el camino. No hablamos sólo de un suceso independiente, sino que las víctimas de trata se ven involucradas también en el tráfico de drogas y de armas, pues los tratantes muchas veces utilizan las mismas rutas y las llegan a usar como moneda de cambio para cruzar la frontera. Una vez alcanzado el país de destino, la huida no se ve mucho más fácil de conseguir. Son los mismos tratantes los que buscan la vía para la regularización de las víctimas y las acogen en lugares, convirtiéndose todo ello en una gran deuda económica, que por mucho que se esfuercen en saldar, jamás lo lograrán. Las dificultades del idioma, la discriminación, la falta de educación, el aislamiento, los traumas sufridos y el miedo, entre otros factores, hacen que la denuncia no sea una opción viable para estas personas.

Por todo ello, cabe atender a las dificultades que presenta este delito y al principal problema del sistema español que abarca la localización, protección e integración de las víctimas. En referencia al ámbito legislativo, es necesario coordinar y adecuar la legislación del delito de trata, la ley de extranjería y los delitos de explotación sexual y laboral. Resaltar también, la ausencia de protocolos de actuación eficientes, la necesidad de periodos de reflexión mayores, ya que se sigue condicionando la colaboración de las víctimas para la obtención de la autorización de residencia por circunstancias excepcionales y apostar por una mayor especialización de todos los agentes públicos que intervienen en el proceso. Por otro lado, seguir con el trabajo de mayor coordinación a nivel internacional ya que todavía es inexistente la creación de un registro de mujeres explotadas en Europa.

La explotación sexual y la trata de personas constituyen una de las realidades más complejas de abordar, ya que supone un gran desafío tanto para los estados como para las propias víctimas. Es difícil lograr expresar con palabras las vivencias y sufrimientos de estas personas y hacerlo frente a extraños bajo amenazas y en un país distinto. Además, el racismo y el machismo que impregnan las estructuras de nuestra sociedad hace que este tipo de delitos sean una expresión, también, de violencia de género que afecta especialmente a mujeres y niñas por el mero hecho de serlo y tenga como principal obstáculo el choque cultural. Es por esta razón necesaria, la introducción de una perspectiva de género y de interculturalidad en todo el sistema y especialmente en el abordaje de estos delitos.

Por último, finalizar estas palabras con la reivindicación de la clara vulneración de derechos humanos que estos delitos suponen para todas las personas y que todos los estados se ven obligados a abordar y reforzar para que el tratamiento y reintegración de las víctimas sea realmente efectivo. No podemos dejar esta realidad a un lado, esto sigue y seguirá pasando si no se intenta actuar con más y mejores recursos y una mayor colaboración por parte de todas las instituciones a nivel nacional e internacional.

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