Por Ti Mujer y ALIA, como asociaciones de mujeres que llevamos a cabo un trabajo diario contra la desigualdad y la violencia de género, diseñamos la campaña “Pacto por la igualdad y contra la violencia hacia la mujer”. Una campaña que tiene el objetivo de sensibilizar y contribuir a la prevención de la violencia de género y que quiere aprovechar de la fecha del 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, como momento de difusión, discusión y análisis.
Nos unimos en esta lucha a muchas otras asociaciones de la Comunidad Valenciana, así como a todas las campañas internacionales que en el mundo se están articulando, desde la campaña argentina contra el feminicidio “Ni una menos” a la campaña polaca contra la ley del aborto, pasando por las movilizaciones italianas, brasileñas etc. Juntas a todas estas, compartimos el objetivo de luchar por la erradicación de las desigualdades y las causas que a ésta conducen.
Fechas como la del 25 de noviembre han sido fundamentales para poner en las agendas públicas temas que antes estaban reducidos al espacio privado; han contribuido a los debates que luego se han convertido en leyes, (tales como la Ley Orgánica 1/2004 sobre Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género). Han transformado la violencia hacia las mujeres en un asunto público y de derecho que introducir en las agendas gubernamentales.
A pesar de esto, el camino a recorrer parece ser aún muy largo, los datos de violencia siguen siendo asombros: en España, a 31 de octubre de 2016, las mujeres fallecidas por violencia de género han sido 36¹ (el 50% de nacionalidad española y el 50% de otras nacionalidades) y el 16,7% sólo en la Comunidad Valenciana. Cada una de ellas dejando hijos e hijas huérfanos/as privados/as de sus madres por el sólo hecho de ser mujeres: 24 son los y las menores huérfanas producto de la violencia machista. La ausencia de un debate serio y profundo, el silencio institucional como herramienta de despolitización, los recortes del gasto público, también hacen sus víctimas.
El clásico lema feminista de los años sesenta, “lo personal es político”, parece ser aún de gran actualidad: nos encontramos frente al reto de resignificar los espacios de lo doméstico y de lo público, de sacar tales cuestiones del ámbito privado para poner públicamente nuestro sistema político, cultural y económico en el banquillo de los acusados.
Convencidas de que las formas de violencia son en sí mismas el reflejo de pautas estructurales de desigualdad, planteamos nuestro trabajo y nuestra campaña como un desafío contra la violencia hacia la mujeres, que consideramos la hija legítima de un sistema económico y político que se ha servido de la explotación de las mujeres como elemento necesario para la acumulación de riqueza. Hemos sido históricamente la mano de obra barata del planeta: el trabajo de cuidado mal pagado y desvalorado.
El aumento imponente de feminicidios resulta ser el síntoma más extremo del desprecio que sufrimos las mujeres, y queremos subrayar que, aunque la mayoría de las mujeres fueron asesinadas por hombres de su círculo más próximo, no miramos al feminicidio como a un asunto privado, al contrario, este es el producto de una violencia social y cultural que los discursos públicos y los medios vuelven legítima cada vez que alguien le dice puta a una mujer porque ejerce su sexualidad libremente, cada vez que alguien la juzga por las medidas de su cuerpo, cada vez que alguien la mira con sospecha porque no quiere tener hijos, cada vez que alguien pretende reducirla simplemente al lugar de la buena esposa o la buena madre, destinada a un varón.
Es por esto que queremos trabajar contra quien ha enseñado a nuestros agresores un lenguaje violento y un imaginario de dominio. Contra quien hace de la imagen de las mujeres un objeto de consumo y de su cuerpo una cosa que explotar. Queremos que estas violencias desaparezcan, así como queremos dejar de estar a la cabeza de las cifras de pobreza, de las listas de desempleo y de sufrir la infravaloración de nuestros trabajos. Queremos que nadie más imponga controlar nuestra voluntad y que nuestros cuerpos dejen de ser espacios dominados sobre los cuales imponer violencia o territorios por colonizar, donde un ‘extranjero’ decide si hacernos vivir o dejarnos morir.
Queremos trabajar íntimamente y públicamente para desmontar los estereotipos de género: deconstruyendo esencializaciones y naturalizaciones de lo femenino y de lo masculino. Creemos necesario desestructurar aquellas construcciones culturales transformadas en hechos naturales que juzgan, encarcelan, reprimen cada forma identitaria compleja que, lejos de ser algo estático y monolítico, es un proceso dinámico en constante transformación. Queremos superar todos aquellos prejuicios envueltos en normas culturales, en expectativas o cargados de valores sociales y deconstruir los estereotipos que afectan a los hombres y a las mujeres para alcanzar la libertad de ser lo que queremos ser.
Queremos, además, manifestar nuestra presencia, apoyo y cercanía a todas las mujeres que sufren violencia, las que han denunciado y las que no. Alrededor del 58,3%² de víctimas no denuncia: muchas son las mujeres que no lo hacen por temor a ser responsabilizadas de la disolución de sus familias, el miedo a represalias por parte del esposo, la vergüenza de verse expuestas públicamente, o porque no se sienten respaldadas por las instituciones policiales y jurídicas, las que no perciben como eficaces.
Conocemos los protocolos que siguen a una denuncia, sabemos las consecuencias radicales que producen y queremos sostener las mujeres, en todo el proceso previo, un camino de fortalecimiento personal y de empoderamiento económico y laboral. Conocemos el temor a la expulsión que viven las mujeres sin papeles de residencia y combatimos, de hecho, contra quien hace de los derechos un privilegio para unas pocas personas, contra quien concibe la ciudadanía una herramienta de exclusión. Es por esto que, con un enfoque interseccional, consideramos la opresión de género junto con cada otra forma de subordinación. Queremos un mundo de pares: “un mundo donde quepan muchos mundos”.
En un acto celebrado el 16 de noviembre de 2016, en el Museo de la Historia de Valencia, se presentó el “Pacto por la Igualdad y contra la Violencia Hacia la Mujer”, al cual se han adhirieron más de 40 organizaciones sociales españolas, 3 plataformas europeas con más de 300 ONG, 3 redes españolas, fundaciones latinoamericanas, ayuntamientos, universidades y colegios de la Comunidad Valenciana, entidades que se han implicado en esta propuesta , conscientes de que la lucha frente a la violencia que sufren las mujeres, por el solo hecho de serlo, requiere de un pacto para su erradicación.
Este pacto pretende ser unas propuestas de alianzas, de sensibilización y de concientización a la sociedad y a los gobiernos para unir esfuerzos contra ese flagelo.
Queremos que se garantice la seguridad de la mujer. Queremos, además, manifestar nuestra presencia, apoyo y cercanía a todas las mujeres que sufren violencia, las que han denunciado y las que no. Alrededor del 58,3% de víctimas no denuncia: muchas son las mujeres que no lo hacen por temor a ser responsabilizadas de la disolución de sus familias, el miedo a represalias por parte del esposo, la vergüenza de verse expuestas públicamente, o porque no se sienten respaldadas por las instituciones policiales y jurídicas, las que no perciben como eficaces.
Conocemos los protocolos que siguen a una denuncia, sabemos las consecuencias radicales que producen y queremos sostener las mujeres, en todo el proceso previo, un camino de fortalecimiento personal y de empoderamiento económico y laboral. Conocemos el temor a la expulsión que viven las mujeres sin papeles de residencia y combatimos, de hecho, contra quien hace de los derechos un privilegio para unas pocas personas, contra quien concibe la ciudadanía como una herramienta de exclusión.